Inauguro esta sección con un restaurante al que
llevo yendo desde hace muchos años. Un restaurante que ha ido evolucionado satisfactoriamente hasta
el día de hoy.
Como todos en mi familia, nos encanta cruzar la
frontera y pasar largas jornadas en el Algarve. Primero, en las barcazas que te
llevaban a Villa Real de Santo Antonio desde Ayamonte, y más tarde, a primeros
de los 90, por el puente que nos une con Portugal.
Hace muchos años que frecuento Praia Verde, un oasis
de paz y tranquilidad que con el paso del tiempo y el boca a boca se ha ido llenando
de gente, aunque aún conserva las señas de identidad por las que cada año
vuelvo. Una de esas señas, es ese chiringuito que está al final de la cuesta
flanqueada por pinos hasta la playa, de ese pequeñín queda poco, aunque si su
encanto y calidad. Ahora es un magnífico restaurante que se alza sobre un
palafito. Sus sillas de teka han dado paso a muebles de diseño, y sus grandes
aberturas ahora están vestidas con cortinas blancas dándole un toque mucho más sofisticado.
Las lámparas barrocas en oro y nácar rompen magistralmente con el blanco y la
madera, potenciando los materiales básicos de un restaurante marinero.
Como lo fue siempre, es un restaurante típico de
comida portuguesa con una amplia variedad de pescados y mariscos frescos, los
cuales puedes ver si entras a la sala y sorprenderte de las piezas que se exhiben
y puedes llevarte al plato. De todas formas si optas por pescado, antes de
cocinarlo te lo muestran en la mesa.

Este año he estado varias veces, he cenado con unos amigos, he comido con la familia y he disfrutado de uno de sus buenísimos mojitos sentado en un elegante sillón tipo Luis XV, viendo el mar en muy buena compañía cuando el sol se pone. Porque cualquier ocasión es perfecta para frecuentarlo.

Si os apetece pasaros, hay que reservar. En la mesa
o esperando al resto de los comensales, se puede empezar con un Pink Porto o un
Chip Dry y desde este año, sushi. Como sabréis las raciones lusas son de todo
menos escasas. Recomiendo pedir cualquiera de sus especialidades como, algún
arroz de marisco, bacalao dorado, unas almejas, o una maravillosa cataplana de pescado,
todo ello bañado por un vino verde portugués.
El postre, te lo preparan justo antes de servírtelo y todo está exquisito,
especialmente la típicas tartas elaboradas artesanalmente con almendras, higos
o algarrobas. El café en cualquiera de sus variantes y una marginha muy fría, son
los acompañantes perfectos de una sobremesa inolvidable en el Algarve.
A resaltar, el servicio, la atención continua y
exquisita de todos y cada uno de los profesionales que trabajan en Pezinhos.
Si tenéis ocasión de viajar al sur, no dudéis en
cruzar la frontera y disfrutar de este enclave privilegiado, de sus gentes y
por supuesto de su gastronomía. Pezhinos os sorprenderá.
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